El Madrid de Robert Capa. Destruir la infancia

RUTA GUIADA

De todos es sabido que la fama de Robert Capa, como gran fotógrafo de guerra, está especialmente vinculada Guerra Civil española y algunos de sus episodios. Por el contrario, se desconoce bastante su relación con Madrid donde, según su biógrafo Richard Whelan, las imágenes que tomó de la ciudad «ponen de manifiesto que empezaba a comprender cómo la verdad de la guerra no solo se encuentra en el fragor del combate, en el espectáculo oficial, sino también en sus contornos, en los rostros de los soldados que soportan el frío, la fatiga y el tedio detrás de las líneas, y de los civiles destrozados por el miedo, el sufrimiento y la pérdida». Una lado de la guerra que, hasta entonces, no había sido contado gráficamente.

Las rutas diseñadas por el Festival Robert Capa estuvo aquí siguen el rastro del fotógrafo y de las bombas por las calles de la ciudad. El punto de partida en todos los itinerarios es la sala 206 en el Museo Reina Sofía, Guernica y años 30, en la que se muestran las dos fotografías tomadas por Capa ante el número 10 de la calle Peironcely, en noviembre de 1936.

Aforo: 25 plazas por itinerario
Asistencia: gratuita previa inscripción en el teléfono 91 456 21 31 o en agfitel@agfitel.es
Punto de encuentro: Museo Reina Sofía, conexión entre Edificio Sabatini y Edificio Nouvel, Planta 1
Guías: Mediodía de Madrid. Carlos Antonio Figueroa Lillo y Aurelio Merino López
Recorrido: Museo Reina Sofía; plaza Juan Goytisolo; desplazamiento en tren desde Atocha a la estación de Cercanías Asamblea de Madrid-Entrevías; calle Carlos Aurioles, 25; parque Amos Acero; calle Peironcely 10; parroquia San Carlos Borromeo.

Destruir la infancia

Los niños, los más indefensos, entre los a su vez más débiles de un mundo polarizado ahora en guerra. Aquellos que pueblan el barrio-miseria por excelencia del Madrid de entreguerras. Estos pequeños se asoman a una fachada acribillada, venciendo el miedo y recuperando la vitalidad y la curiosidad propia de su edad ante un objetivo que los hará inmortales, el de Robert Capa. Estas criaturas de Peironcely han salvado la vida ante la lluvia de fuego que inexplicable llueve del cielo, a diferencia de sus vecinos de Carlos Orioles, y cuyo martirio absurdo y terrible a inmortalizado esta vez negro sobre blanco otro excepcional cronista, Arturo Barea.

Vallecas, un erial apenas habitable salvo por la razón de encontrarse a orillas de una ciudad dadora de vida y esperanza en un vida mejor, acoge a legiones de menesterosos que serán admirados por unos por su esfuerzo y temidos por otros por su potencial revolucionario. “La hez de los fracasos”, llegó a definirlos Agustín de Foxá.

Otros personajes, tales como Amós Acero, rebelados pacíficamente contra ese estigma, consagrarían su vida a la redención de esas masas señaladas mediante la instrucción pública y la dignificación de su entorno de vida.

Vallecas y su pertinaz combate contra todo tipo de circunstancias adversas, incluida la carencia absoluta de bendiciones de la propia tierra sobre la que se asienta su caserío, y aun así sublimada por poetas, pintores y escultores conmovidos por su dureza originaria y purificadora. Bien merece este rincón madrileño un recorrido que la encomie.